sábado, 14 de abril de 2012

Toda la naranja

Estamos inmersas en una concepción que nos plantea la complementariedad como la ausencia de algo, de otro y que nos condena a una búsqueda externa, la de nuestra media naranja.
¿Qué nos falta? Nada, sólo vernos como lo que ya somos: un todo, expresado en pequeño, yo, a la vez que se manifiesta en grande, en nosotras, en lo que nos rodea. 
Hace un tiempo alguien muy cercano me contó que tuvo una experiencia estremecedora: acudió entre chiste y juego a una pitonisa que en vez de comunicarse con los espíritus de los muertos invocaba al de lo vivos y cuando le tocó el turno, y sin saber a ciencia cierta qué quería, se oyó convocar a su pareja y preguntarle sobre su fidelidad. Para su sorpresa, escuchó a través de la vidente, con lujo de detalles que tenía una aventura extramarital. Más allá de la demoledora noticia sobre la infidelidad, pues en ningún momento había observado indicios de la misma, la impresión mas fuerte fue la de la existencia de un poder capaz de entrar en el otro y develar sus secretos. 
¿Cómo?  Tenemos todas la respuestas porque ya son parte de nosotras mismas, soy yo la que soy infiel y a la que han engañado. Y así soy todo lo que se manifiesta. Somos toda la naranja, porque somos UNA, una unidad que se presenta en gajos que pueden separarse para mostrarse en la unicidad y diversidad, pero que mantienen la condición de ser, una naranja.
La comprensión de ser UNA me señala el fin de la búsqueda exterior y me orienta hacia la meta de la sincronía, de una manifestación en sintonía, al unísono y en el mismo momento, en armonía a través de la unificación de nuestros corazones, pensamientos, almas, de dotar a la particularidad e individualidad de una misma intención de amor y construcción para fluir con lo que soy. Yo Soy UNA.
La paz es conmigo. la paz es con todas.

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