sábado, 23 de febrero de 2019

Broches de duendes

Tejidos a crochet con hijos de algodón

viernes, 22 de febrero de 2019

jueves, 21 de febrero de 2019

miércoles, 20 de febrero de 2019

La recuperación del bosque, después del incendio

Todos los bosques naturales quemados se regeneran siempre solos, sin ayuda. Ningún trabajo de restauración va a producir vegetación mejor, ni mas rápido, que la regeneración natural. Lo primero que va a salir en ese terreno quemado van a ser muchas hierbas que, junto a los rebrotes de las plantas que sobrevivan, serán las primeras en proteger el suelo. en tres meses ya serán visibles, en seis meses ya cubrirán parte del terreno, en un año el sitio ya estará lleno de primera vegetación. Esto es lo natural y mas rápido.
¿Cómo vamos a hacerlo? Si traemos cientos de arbolitos de vivero, aparte de que su genética no es la de la de -La Reserva Natural el Paraíso-, en tan solo un año no van a producir tanta cobertura protectora como las hierbas que nazcan espontáneamente.
Mateo Henández
https://www.inaturalist.org/users/391471

martes, 19 de febrero de 2019

La florescencia del Agapanto


se alza, dotando de color y vida al paisaje.
 ¡Todo es existencia!

lunes, 18 de febrero de 2019

La circularidad del tiempo y la vastedad del momento

Hace ocho vastos días se incendió la zona mas grande del bosque nativo de la Reserva Natural El Paraíso.
La intensidad de la experiencia me permite comprender que el tiempo es circular, pasado, presente y futuro se entrecruzan, se interponen sin secuencia regular y que lo que vivimos es siempre inmenso, abundante en detalles, a través de los cuales la vida se expande y contrae, de acuerdo con nuestra capacidad de percatarnos de ellos. 
Nuestras vivencias están acordes con la forja, que a lo largo de nuestra existencia nos esculpe, nos hace lo que somos y lo que estamos en capacidad de experimentar.

¡Auxilio! Hay fuego
Dieciocho días atrás reporté a Codensa, la empresa que presta el servicio de energía, el riesgo ocasionado por el descuelgue de un cable coaxial sobre la red eléctrica, que atraviesa el predio. Hicieron la inspección y dedujeron que habían quitado los soportes de las torres que sostenían las líneas de alta tensión, ubicadas en predios vecinos, y que el restablecimiento del cable le correspondía al programa Vive Digital. Insistí que el tiempo seco, de intenso sol y los fuertes vientos podrían afectar la situación y crear un incendio. Me aseguraron que no existía riesgo, porque el cable descansaba sobre la cuerda neutra y que informarían a la empresa competente, a la que no tengo acceso, para que actuara. 
Ese cable lo instalaron hace seis o cinco años y traté de oponerme a ello, pues mi rechazo fue visceral; incluso consulté con una pareja de abogados sobre mi posibilidad de negarme y me informaron que, con el argumento del bien común sobre el particular, podrían obligarme con un proceso legal. Me rendí y pasaron años antes de que pudiera aceptarlo. (presente, pasado, futuro).
Al medio día del lunes pasado, el peso del cable terminó por juntar las cuerdas, se produjo un corto e inmediatamente el incendio, me percaté de éste cuando recibí la llamada de Anibal, quien me colabora con tareas del campo, para decirme que desde su casa veía mucho humo que salía de aquí. Había alcanzado a informar a Codensa, me asomé y efectivamente vi el incendio. Llamé a mi amiga Esperanza para que informara a los bomberos, mientras bajaba a la zona en llamas. 
En la entrada encontré dos vecinos y me comuniqué a mi vez con los bomberos, pedí ayuda a Anibal. Llegó y cortó ramas y empezamos a ahogar las llamas cercanas para evitar que el fuego llegara hasta las áreas construidas. 
¡El bosque arde!
Apareció la camioneta de bomberos con dos personas y vació la capacidad de agua que traían, un metro cúbico. Uno de ellos se quedó y el otro condujo el carro de regreso al pueblo para aprovisionarse de mas agua. Seguimos ahogando las llamas con ramas. Este evento se repitió cuatro veces. 
En medio de todo llegó la señora Catalina, vecina, con una manquera de cien metros. Aníbal la instaló, primero de la llave del lavadero, pero el chorro de agua era mínimo, cambiamos a la de la cocina. Alcanzó sólo hasta el limite donde se presentaba el incendio, necesitábamos por lo menos ochenta metros mas para llegar hasta el centro del fuego.
En el ir y venir aparecieron los operarios de Codensa, cortaron el cable coaxial, me pidieron que constara si había energía eléctrica. Lo hice, no había. Se fueron a revisar el transformador de la luz y no volvieron.
¡El bosque arde!
Volví a la zona del incendio. Llegaron Paola y Guille, amigos, quienes trajeron mangueras y a partir de ese momento quedamos ellos dos, tres bomberos -uno mas, porque en una de las idas al pueblo otro se sumó a la emergencia-, Aníbal y yo atendiendo la urgencia.
Esperanza y Cristina, mi hija, desde la distancia me apoyaban con llamadas a la Alcaldía para ver si podían conseguir un carrotangue que trajera agua. Iván, una amigo de Sesquilé, tomó su bicicleta y fue hasta las estación de bomberos de allí, a ver si era posible que ellos vinieran también. Ellos se pusieron a la espera de que el comandante de Suesca lo solicitara. No se logró.
Frente a esta precariedad, admiramos el espíritu de servicio de los bomberos que nos ayudaban, pues son voluntarios. Nos contaron que ahora tener el tanque en la camioneta era un gran logro, pues antes la atención a las zonas en llamas era con palas, azadones y baldes. Acordamos crear actividades de solidaridad en aras de generar recursos económicos que los apoyen. (presente, pasado, presente, futuro). 
¡El bosque arde!
Los bomberos de Suesca centraron sus esfuerzos y recursos de agua en los límites de la Reserva, con el fin de evitar que se extendiera a la vecindad. Aníbal con la manguera domiciliaria subía y bajaba extinguiendo el fuego. Guille, Paola y yo apagábamos los resquicios de humo con pisadas y ramaje. 
En dos ocasiones subo hasta mi alacena y rebusco qué ofrecer. No encuentro mucho, mi plan era hacer mercado al día siguiente. Encuentro algunas mandarinas y tres cervezas. Las comparto. 
En ese breve lapso le pregunto a Paola sobre dos hermanos que estaban desparecidos. Me informa que fueron hallados enterrados en un terreno familiar, uno en la cerca y otro en la huerta de pan coger. Habían sido víctimas brutales de la codicia de una hermana y su marido. Me sobrecojo, uno de ellos ayudó en la construcción de mi casa y era conocido como el Poeta. Los culpables confesaron y estarán mas de 20 años en la cárcel. (presente, pasado, presente, futuro)
Fui llamada por los bomberos para revisar. Habían controlado las llamas. Algunos de los postes de la cerca estaban en brasas y humeaban. Les pedí que los quitaran y ahogamos el humo con tierra. Mientras se alistaban para irse, llegaron dos niños, buscando a los operarios de Codensa, pues un árbol había caído sobre siete cuerdas de energía. Ellos afirmaron que era asunto de la empresa. Les  dije que desde mi parecer era mejor que lo revisaran. No se si lo hicieron. Cuando le comenté esto a Paola ella me dijo: es mas fácil evitar, que apagar un incendio. (pasado, presente, futuro).
Regreso a seguir golpeando la tierra en brasas con las ramas. Aníbal se va, debe atender sus propias tareas. Guillo lo remplaza, toma la manguera. Paola apaga con pisadas. Me detengo a apreciar y admirar, como lo he hecho a lo largo del tiempo compartido, la fuerza, habilidad y capacidad de trabajo de ellos dos. La gratitud me conforta.
Vuelve la señora Catalina. -Puedo llevarme la manguera?, me pregunta. Le pido el favor que me la preste un poco mas, ya que aún tenemos mucha brasa. Acepta y en en medio de la charla se refiere a un vecino como finado. Me sobresalto, no supe de su muerte. Me relata que, pasado de tragos, se tropezó en una calle, se cayó y se desnucó. Pienso en su viuda. Lamento no haberlo sabido a tiempo para haberla acompañado. Tres días después le daré un abrazo. (presente, pasado, presente, futuro).
Guillo se nos une con el agua, alrededor de un montículo, en el que Paola y yo llevábamos mucho rato tratando de ahogar sus brasas. De pronto nos rodea un colibrí, que de instante en instante se posa sobre las ramas de un árbol sobreviviente. Nos detuvimos, extasiados, a contemplar su diminuta belleza. 
Anochece, recogemos las mangueras. Entregamos la de la señora Catalina, con mil y mil gracias. Paola y Guillo entran en la casa, nos tomamos una infusión de hierbas, nos despedimos. Los abrazo y siento la fuerza de su solidaridad. Vuelvo a agradecerles.

Mangueras, por favor, necesito urgentemente mangueras
Saco tiempo para avisarle a mis hermanos. La tensión del día me impide dormir mas de tres horas. A la siete de la mañana del Martes estoy en el terrero incendiado y comienzo a ver humo. Busco un azadón y echo tierra sobre las brasas, están en la base de los troncos de algunos árboles del bosque que queda. Constato que la situación me sobrepasa. Llamo a Aníbal para que venga a ayudarme. Llega y emprende labor con una pala. Al rato me dice que la situación también se sale de su control y llamo a los bomberos, me dicen que tienen la camioneta varada. Recurro a Mónica, amiga, quien me apoya llamando a conocidos de Suesca. 
Aparecen los bomberos, apagan un árbol en llamas que esta sobre la carretera y echan un poco de agua en la zona de bosque que tenía ya mucha brasa caliente. Al despedirse me recomiendan que enfríe la zona con agua y entonces llamo a uno y otra para conseguir mangueras, pues las había regresado la noche anterior. Cristina contempla la posibilidad de contratar un expreso, que desde Bogotá me las pueda hacer llegar. 
Al fin me comunico con Nathalie, que sin dudarlo se compromete a buscarlas, comprarlas con su dinero y traérmelas. Vive su propia odisea de búsqueda en Suesca y Sesquilé. Sólo consigue noventa metros y se encuentra con Guillo, quien me presta otra vez sus mangueras. Me las entrega al final de la noche. Viene acompañada de sus dos hijas y Robin, un escalador, quien nos ayuda colocando los adaptadores en la manguera nueva y extendiéndola. (presente, pasado, futuro).
Mientras tanto Aníbal continua revisando y ahogando el humo, preparo algo de comer para los dos. Recoge los escombros de las canecas que almacenaban los biofertilizantes, que usamos en las actividades cotidianas de conservación. 
Aprovecho y le aviso a mis amigos. Recibo su cariño y solidaridad, además de la propuesta de hacer mingas para reforestar.
Regreso a la zona afectada y nos detenemos a inspeccionar las líneas de energía, observamos que en algunas partes las ramas de los árboles hacen contacto con las cuerdas, especialmente abajo, donde hay una Acacia y un Eucalipto, ambos de gran tamaño. Una hora después Aníbal regresa a su casa.
Al quedarme sola contemplo el paisaje gris y sepia, que hace solo cuarenta y ocho horas era verde. Las lágrimas me inundan, siento la pérdida del bosque. Suena el teléfono, es Consuelo, una amiga, de la Reserva Bosque de la Candelaria, a quien ya había puesto al día sobre las novedades y le cuento lo de las mangueras. Ella las buscara en el pueblo vecino y me las traerá en tres días, cuando vendrá con ayuda para reparar las cercas que están en el suelo. Desde que conozco a Consuelo recibo su generosidad y mi gratitud hace parte de esa relación. (presente, pasado, futuro, pasado).




Llamo a Mateo, el biólogo que desde hace años me asesora sobre biodiversidad y el ecosistema que habito. Le pido orientación. Me dice que no haga nada, que el bosque se recupera mejor solo, Claro esta, me advierte, que nunca será como el que existía, de ciento veinte años de antigüedad, pero que con las lluvias reverdecerán los árboles que lograron superar el fuego, que a partir de los cinco años volverán las orquideas de suelo y las áreas podrán verse dentro de veinte años. Al colgar, me resuena el estribillo de una canción de las cantadoras colombianas: "si se quema el bosque, déjalo quemar, que la misma cepa, vuelve a retoñar". Decido que con las próximas lluvias haré una siembra simbólica. (futuro, pasado, presente, futuro).
El día termina cuando Nathalie, sus hijas y Robin se van y mi despedida, que ya se ha vuelto costumbre, es con la palabra: gracias. Antes hemos dejado estirada una manguera y a la mano, las otras dos. Con ellos examino la viabilidad de encargarme de la poda de los ramas cercanas a las cuerdas de luz. Concluimos que no es  la posible hacerlo, porque con el flujo constante de energía eléctrica podríamos hacer un corto y provocar otro incendio. 
Cae la noche. Mientras duermo profundamente, Marta, mi hermana que vive a seis horas de distancia, se levanta a las dos de la mañana, toma el transporte público y hace cuatro transbordos para llegar a acompañarme.

Déjà Vu
Una de las primeras cosas que hice al levantarme el Miércoles fue llamar a Codensa y solicitar la inspección de las líneas. Los técnicos llegan después de mi hermana y hacen un recorrido conmigo. Toman fotos y hago lo mismo. Me dicen que no ven riesgo inminente. Le digo que esas mismas palabras ya las escuché de ellos y que el resultado lo pueden constatar mirando alrededor. 

Se van, indicando que pasarán un informe. Así mismo lo señaló el operario que vino a ver el cable coaxial sobre las cuerdas. (presente, pasado, futuro, pasado).
El día transcurre con recorridos periódicos para revisar la zona. No hay humo ni brasas.
Recibo llamadas de solidaridad, entre ellas la de Resnatur (Red de Reservas Naturales de la Sociedad Civil), a la que está adscrita la Reserva, que a su vez publica en las redes sociales: DESCUIDO EN ATENCIÓN DE LÍNEAS ELÉCTRICAS CAUSA INCENDIO en una de nuestras reservas asociadas en Suesca (C/marca). Al parecer un cable de viva digital se descolgó sobre las líneas de Codensa, la propietaria de la reserva lo reportó, los contratistas fueron y afirmaron que no implicaba riesgo.
El lunes, el cable de internet acercó las dos líneas Eléctricas, se produjo una chispa que inició el incendio del bosque nativo de más de 120 años de formación. Aún quedan algunos restos de troncos prendidos. Resnatur apoya a los propietarios de la reserva natural de la sociedad civil El Paraíso en este trágico momento. Se interpondrán las acciones que sean necesarias para que los responsables paguen el daño causado. Más de un siglo de conservación perdido.
Amanece el Jueves. Llamo a Codensa para conocer su reporte oficial. Me informan que programarán la poda para llevarla a cabo en el lapso de los próximos seis meses. Insisto en que no subestimen la situación y dejo como precedente mi rechazo a que no atiendan el pedido a la menor brevedad.
Bajo al pueblo a hacer mercado y comprar los materiales que se requieren para reparar las cercas, en las partes mas prioritarias. Paso un rato fugaz a visitar la vecina, recientemente viuda. Ella me dice que le preocupan las ramas sobre los árboles. La escucho sin acotar nada. No me anticiparé.
Regreso y organizamos las compras. 
Los postes llegan al mediodía. El sol es intenso. Me indispongo, siento nauseas y desgano. El tiempo de la descarga de madera se me hace eterno. Terminan.  Marta me prepara una infusión y mientras me  recupero reflexionamos sobre lo ocurrido. Comprendemos que vivimos las experiencias que podemos afrontar y la prueba de ello es que sobreviví a esta, agotada físicamente, con agujetas en los muslos y pantorrillas, de bajar y subir, muchísimas veces mas de lo habitual y con un dolor emocional, que me acompañará el tiempo que requiera trascenderlo.
El Viernes es trabajo se recrudece. Aníbal, Consuelo, Erica, Julio, Marina, Marta, Robín y yo concentramos nuestros esfuerzos para cumplir la meta de levantar las cercas caídas. Lo logramos.

El fin de semana gira en torno a mi participación en el mercado artesanal, que se realiza en el restaurante Cinco Tierras de Suesca. Ahí me encuentro con Diana, funcionaria de la Alcaldía, a quien le cuento la respuesta de Condensa a mi solicitud para que poden las ramas. Me recomienda que haga la petición a la administración municipal. Escribiré la carta. Tal vez ellos lo atiendan. (pasado, futuro, presente, futuro).
Regreso a casa. Todo está bien. La vida continua, exige hacer, y yo sólo repito, gracias.