Cuando nada de lo temido y presupuestado pasó, pude verme y ser consciente del despilfarro de mi energía, había ido y venido sin ton ni son, al compás de muchos supuestos y ello me permitió reírme del absurdo de mi conducta y ser consciente de esa costumbre de adelantarme a lo vivido. Comprendí que mi actuar tiene validez en el instante, en lo que ES y que soltar, aflojar, rendirme, aceptar me permite recibir la sabiduría de la existencia.
A partir de esa experiencia la comprensión del aquí y el ahora se ha enriquecido con mi atención a lo que siento, pienso y realizo para ver en lo que se manifiesta, lo externo, las señales que me conducen nuevamente a mi misma, descubro la que soy, representada en las infinitas variaciones que también están en las otras, ya que al permanecer en el momento aprecio mi propio cambio y el de lo que me rodea. Mi mirada es siempre de primera vez y cada día transcurre como una página en blanco que se llena en la medida de lo acontecido, de lo experimentado, sin dejar renglones a medias. Lo que llega se resuelve o se borra si desamorniza con lo que soy ahí.
Si estoy en el eterno presente vivo como un mandato mis deseos, surgidos del latido al unísono de mi cuerpo, mi mente y mi corazón, para cumplir el destino de ser feliz.
La paz es conmigo, la paz es con todas.