Crecí viendo las manos de mi abuela y/o de mi madre sobre masas de harinas de trigo, maíz, yuca y sagú para hacer pasteles, bizcochos y panes de sal y dulces.
Si bien a veces realizaba tareas de apoyo para ellas como batir huevos, moler granos y alcanzarles algún ingrediente, desconocía los intríngulis de este arte, que se me hizo necesario al momento de vivir aquí.
Mario, un escalador que aprendió de su colega Rodrigo -quien hoy nos provee la harina integral orgánica, molida en piedra y traída del Cocuy*, fue mi maestro en la elaboración del pan integral. Ambos hornean el pan en leña y lo venden en la región.
El pan pesado integral que hago es el resultado de la experiencia que hemos compartido los tres y de otros ingredientes adicionales que incorporo para hacerlo de acuerdo a mis requerimientos: nada de huevo, ni grasa, ni azúcar ni levadura.
Harina integral orgánica, nueces: de brasil, pecan, almendras, semillas de calabaza, girasol-pistachos o piñones. Frutas secas: arándaros, uvas, ciruelas, pera, manzana, papaya, kiwi o duraznos... mezclados. Agua.
La noche anterior coloco en agua caliente las semillas y las frutas secas.
Al no usar levadura preparo una masa madre con anticipación que realizo mezclando harina integral y agua, la coloca al sol un par de horas.
Mezclo la masa madre con las frutas y semillas hidratadas.
Doy forma al pan y le hago hendiduras superficiales para que se airee, lo tapo con lienzo de algodón y lo coloco media hora al sol, en el exterior en tiempo seco y frente a una ventana cuando llueve.
Coloco en la lata el pan asoleado y junto a él un recipiente de cerámica con agua para hidratarlo. Lo ubico en el horno precalentado a una temperatura de 250 grados centígrados y lo horneo durante hora y media. Saco el agua y dejo allí el pan hasta que se enfrié.
Cuando saco el pan lo ubico sobre un lienzo y lo envuelvo en él para conservarlo.
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