Hoy, después de mi práctica por mas de diez años de convivir con perros, comprendo que destaca la cualidad de amar incondicionalmente que poseen esos maravillosos compañeros y que posibilitan deconstruir el refrán así: Entre más conozco a los perros, mas amo al ser humano.
A través de ellos aprendí que la incondicionalidad del amor consiste en la capacidad de aceptar y expresar ese reconocimiento ante todas las personas que me rodean.
Significa que amo independientemente de la conducta, los resultados e incluso la posibilidad de recibir de la otra su afecto y que en la entrega de mi sentimiento soy transparente, clara para manifestar que es mi ausencia de intervención sobre lo que podría considerar mejor para los demás mi mas profunda capacidad de amar, porque respeto el camino y el libre albedrío del que disponemos todas para decidir qué y cómo vivir.
En el camino del amor expresar la alegría, batir la cola, que me produce cada vivencia, cada presencia de quienes habitan conmigo este espacio llamado vida, es el mayor tributo que puedo dar al hecho de encontrarnos y ser parte de nuestra experiencia humana.
La paz es conmigo, la paz es con todas.