El juicio y el sacrifico fueron los hábitos que crearon el ideario social de las interacciones humanas. Ambos me sacaban de mi misma, obligándome a tener al otro como modelo, tanto para criticarlo como para ensalzarlo.
La reconversión de estas dos costumbres va pareja, ya que dejo de escuchar o hacer críticas cuando centro mi atención en mi y me amo de tal manera que soy mi prioridad. Esa decisión implica que conozco y satisfago mis necesidades primero que todo, concentro mi energía para manifestar mis sueños y me relaciono equilibradamente. Soy capaz de decir no y rechazar los juicios de valor que quieran endosarme, sin sentirme culpable.
Hago sólo lo que me hace feliz y así estoy en condiciones de dar felicidad, ya que es lo que SOY.
La paz es conmigo, la paz es con todas.