También fue en esa época que escuché por primera vez la palabra egoísta, cuando me negaba a prestar una de mis prendas, un juguete o a hacer lo que alguien mas deseaba que hiciese. Ahora se que el egoísmo es realmente presionar para que los demás actúen de acuerdo a mis deseos, transgrediendo los suyos.
El juicio y el sacrifico fueron los hábitos que crearon el ideario social de las interacciones humanas. Ambos me sacaban de mi misma, obligándome a tener al otro como modelo, tanto para criticarlo como para ensalzarlo.
La reconversión de estas dos costumbres va pareja, ya que dejo de escuchar o hacer críticas cuando centro mi atención en mi y me amo de tal manera que soy mi prioridad. Esa decisión implica que conozco y satisfago mis necesidades primero que todo, concentro mi energía para manifestar mis sueños y me relaciono equilibradamente. Soy capaz de decir no y rechazar los juicios de valor que quieran endosarme, sin sentirme culpable.
Así, cuando en mis relaciones uso el espejo es para verme a mi misma: espejito, espejito, ¿dónde tengo lo qué me afecta?. Se que cada persona con la que establezco contacto me muestra algo de mi y es a ese reflejo que le presto atención. Soy yo el referente único, porque en la medida en que exista claridad sobre mis motivaciones y requerimientos, mi interacción con otros estará libre de malos entendidos y tendré tiempo suficiente para crear lo que deseo vivir.
Hago sólo lo que me hace feliz y así estoy en condiciones de dar felicidad, ya que es lo que SOY.
La paz es conmigo, la paz es con todas.