sábado, 7 de abril de 2012

Ni con el pétalo de una rosa

Cada vez que alguno de los hombres niños de mi infancia se extralimitaba en los juegos o peleas entre primos y hermanos y una de nosotras salía llorando, mi abuelo materno, que en raras ocasiones se enojaba, lo reprendía con severidad diciendo: a una mujer no se la toca ni con el pétalo de una rosa.
Esas palabras me acompañan desde entonces y a medida en que comprendo mi propia vulnerabilidad estoy mas atenta a lo que digo, cómo lo expreso y a lo que hago en las diferentes interacciones que establezco, desde la instantánea hasta la profunda.
Somos un espacio único y sagrado. En nuestras relaciones accedemos a lo divino que está en otras, que se abre a nosotras para darnos una porción de su territorio físico y emocional. Ahí entro con suavidad, cuidadosa, consciente de mis movimientos, palabras y gestos como si desenterrara un tesoro frágil. Evito la brusquedad que podría derrumbar el suelo que piso y si ello significa que he de retroceder, dar una o varias vueltas para evitar dañar, así lo hago, porque por encima de mi interés. voluntad o razón siempre está la riqueza del encuentro y la enseñanza implícita en lo que sucede.
Se trata de despojarme de  prejuicios y juicios, de estar abierta para ver a los demás mas allá de lo que me enoja  o regocija, de comprender que mi destreza de vida y sapiencia se manifiestan en la alegría y la paz que desde mi misma acogen a otra para dejarla SER, sólo ella atiende a sus propios demonios y tiene la sabiduría para exorcizarlos, pero si mi atención se paraliza en ellos reconozco que también están en mi. Cuando eso sucede miro igualmente con amor y compasión la imagen que se me regresa y acepto lo que SOY.       
  La paz es conmigo, la paz es con todas.

2 comentarios:

kiki dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
kiki dijo...

Llevo varios días dándole vueltas a la cabeza a este escrito, pues la primera vez que lo leí no estaba muy de acuerdo, "estoy más atenta a lo que digo" "entro con suavidad, cuidadosa, consciente de mis movimientos, palabras y gestos" se me hacía estresante.

Pensando quién podía actuar así, se me vino a la memoria un personaje de ficción de la serie "Kung-Fu", el monje saolin interpretado por David Carradine que interactuaba con humildad, paciencia, comprensión, respeto y desde un propio convencimiento o paz interior.

Creo que a veces actúo así, porque sale natural y se siente bonito. Pienso que son barreras interiores (¿miedos? ¿prejuicios?) que impiden este tipo de interrelación y que quizás es importante que ponga empeño en descubrirlas, delimitarlas y pensar si quiero superar o diluir estas barreras.

Aunque hablando de interrelaciones tengo dos escollos recurrentes a los que he puesto barreras exteriores que mantengo con esfuerzo, un compañero de trabajo y una vecina que considero dañinos para mi propia tranquilidad.

Siempre agradecida por sus interesantes escritos, esperando no abusar con mis comentarios.

Muchos saludos