y máxime cuando la hemos sentido muy cerca nuestro, cuestionamos la felicidad y sufriendo, el amor y desamor, la satisfacción y frustración, todos aquellos sentimientos que hemos endilgado a la condición humana, para preguntarnos, ¿por qué no?, hasta dónde nuestra relación se enredó en las limitaciones, prejuicios, el tamiz del bien y el mal…, el miedo a vivir y dejar hacerlo.
Nos enfrentamos al espejo de nuestra real capacidad de ser felices, porque es común que obviemos nuestro merecimiento y terminemos claudicando, en aras de evitar el conflicto que significa escuchar y actuar en consecuencia a nuestro propio sentir y respeto por la experiencia existencial como se presenta, sin importar a donde nos lleve.
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