Tenemos derecho al goce de vivir en un ambiente sano. Así lo establece la legislación de Colombia y ese reconocimiento nos muestra que carecemos de espacios y áreas donde exista un ambiente sano, pues éste no puede ser otro que aquel en el que el amor, el respeto y la libertad se expresen en una convivencia en armonía y comunión con la naturaleza de la que somos parte.
Si nos detenemos, ajenas al tic tac del tiempo y sin el impulso de ideas preconcebidas, a observar, lo que nos rodea, el espacio que habitamos. ¿Qué fluye en libertad y respeto? Por ejemplo: el aire, ¿pasa a través de ventanas abiertas o está viciado: circula una y otra vez por el mismo lugar? ¿Cómo lo inhalamos profunda o superficialmente? ¿Tiene un olor permanente, qué lo origina? ¿Nos revitaliza? ¿Lo conozco, se qué contiene, qué lo afectaría del lugar en el que vivo, y su efecto en mi entorno y en mi misma, ¿Comprendo que no tengo la capacidad de discriminar y elegir qué elementos del aire respiro y he de inhalarlo tal como se presenta? ¿Le doy su espacio, lo respeto, lo dejo en libertad, lo valoro porque comprendo que sin él no podría vivir mas que segundos? y el aire que exhalo, que retorna al ambiente, ¿Cómo sale: suavemente o debo controlarlo a veces para no indisponer a los que me rodean? Qué parte del aire qué está afuera me pertenece al entrar y salir de mi cuerpo? ¿Es parte de mi, soy aire también, quién pone el limite, qué me separa?
Hemos fragmentado, clasificado en partes lo interno y lo externo y a su vez a éstos en otras divisiones. Nos alejamos de la perspectiva del Todo. Vemos los ríos distantes de los páramos donde nacieron. Las superficies y entrañas de la Tierra las convertimos en guacas para explotar y los paisajes los transformamos en monumentos de una nueva estética en la que el orden y la belleza son sinónimo de ausencia de lo natural. La pureza y trasparencia del aire está empañada por las exhalaciones de un sistema productivo que corre frenético en una carrera que parece conducirnos a la nada, a la ausencia de vida.
Esta forma de ver también es el marco de acción sobre el único pedazo de tierra que nos fue dado y pertenece con el título de Vida y que no es otro que nuestro cuerpo. Ahí también peleamos con el origen. Nos indigestamos con alimentos que cada vez más son el resultado ponderado de un laboratorio o de la inyección de venenos para aumentar el rendimiento del suelo y dotarlos de una apariencia que etiquetamos de hermosa. Optamos por le hacinamiento y revestimos de miedo la soledad, el silencio y la necesidad de estar consigo mismos. Descalificamos las condiciones naturales como el clima, la temperatura, la oscuridad y optamos por generar calor o enfriamiento, luz artificial,crear aislamiento del cosmos encerradas en vehículos, cuartos. Reemplazamos la necesidad propia de generar y consumir energía a través de la movilidad y nos apoltronamos en el sedentarismo como un tributo a lo que llamamos confort. Desconfiamos de la unicidad y creamos el ideal de lo que debe ser y para ello recurrimos al bisturí o cualquier nueva técnica que componga los ¨desaciertos¨ de la creación natural y permita que nuestro reflejo en el espejo social coincida con el de los otros. Buscamos recetas de vida en movimientos separatistas políticos, religiosos y sociales para abanderar una sola verdad y enterrar la interrelación que nos conecta y nos convierte en Uno.
El panorama de esa realidad ya está frente a nuestros ojos. Encontramos lechos de ríos, quebradas extintas, montañas desmanteladas, tierras estériles, eventos de la naturaleza que conmocionan y destruyen como un bumerán nuestros propios trofeos a la depredación, nuevas y contagiosas enfermedades, muerte y destrucción abanderadas por campañas de estandarización ideológica, mayores síntomas de frustración y desesperanza, excesos y escasez abrumadoras. Un ser humano perdido en medio de conglomerados citadinos, ideológicos, virtuales, que aún busca adquirir lo que lo redima.
Requerimos comprender que el equilibrio es fundamental en nuestra existencia y que sólo es posible si nuestro ritmo humano depredador se desacelera, reconoce que la capacidad de consumo no puede ser mayor que la de la fuente de donde provienen los bienes y servicios y que no es otra que la Naturaleza, el agua, el aire, el suelo, el subsuelo, los minerales, las plantas, los animales... la vida en toda su expresión.
Ahí radica la importancia del derecho fundamental a gozar de un ambiente sano, ya que nos da un acuerdo normativo para iniciar la recuperación de lo que hemos perdido. Reconocemos nuestra necesidad, lo que hemos de cambiar en pensamiento y acción, y cuyo comienzo tiene lugar en nosotras mismas, en nuestro cuerpo, en los espacios privado y común, en lo que pensamos y hacemos de manera individual y en grupo, en la conciencia de ser naturaleza y de vivir en armonía con ella. Así, lo que está adentro se reflejará afuera en un entorno sano, abundante, en convivencia y armonía, consciente de estar unido y responsable de su impacto en el Todo.
G.U.
Imágenes RN El Paraíso
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