Una vida familiar y comunitaria sostiene el día a día de Anamaría, Felipe y Mara. Ellos habitan La Juanita Finca Verde, ubicada en el municipio de Guatavita, desde hace cinco años.
En ese lugar han generado una ventana abierta para campesinos y visitantes de cualquier parte del mundo, quienes pueden asomarse a compartir momentos, en los que la armonía y un constante aprendizaje, aligeran el gran trabajo que significa estar en constante movimiento, para crear- en palabras de ellos- "un bienestar rural, que a la vez sea una plataforma de transformación, que integre, fortalezca movilice, teja y dinamice a la comunidad, con la puesta en marcha de propuestas de salud, estudio, cultura, y una economía próspera".
Ana María y Felipe son de la generación de los 80s y han vivido en varias ciudades: Bogotá, Cartagena, Bucaramanga, Brighton (Inglaterra), Paris (Francia), Nairobi (Kenya) Miami y Nueva York (Estados Unidos), Bangkok (Tailandia) y Jerusalem (Israel). Para Felipe la decisión de hacer su casa en el campo surgió "luego de viajar por tres años por Asia, entre comunidades campesinas y nativas, llegué a Colombia y tuve la revelación de que no tenía que esperar a ser viejo", para hacerlo y en el caso de Anamaría lo que la motiva es la calidad de vida, del aire y el agua, especialmente "volver a lo esencial, a lo realmente importante: vivir el aquí y el ahora".
Al ser padres de Mara, quien tiene un año de edad y una vida sólo campestre, lo cotidiano empieza temprano. "Nos levantamos antes de que salga el sol. Le damos comida a los animales y preparamos el desayuno. Es nuestra comida más importante. Luego dependiendo de lo que tengamos que hacer, trabajamos por la mañana, ya sea en la huerta, haciendo productos, o a veces en el computador", señala Felipe, mientras que Anamaría destaca la flexibilidad de su rutina, "cada día es distintoooo, soy lo bastantemente flexible y eso me lo ha fortalecido la maternidad: soltar el control y agradecer cada cosa como llega".
Habitar el campo o la ciudad podría no tener gran diferencia, porque depende de la manera en que abordemos la vida, así lo manifiesta Felipe, quien precisa "en lo personal en el campo me siento más conectado con los elementos, tengo menos ansiedad, menos oportunidades de consumo. Pero, me doy cuenta de que tengo una agenda cómo si trabajara en una multinacional. En ambos casos depende de que tan conscientes seamos con la forma cómo queremos vivir; es muy fácil derivar hacia un estilo de vida que uno no está buscando".
La mayor dificultad que encuentra en esa vivencia Anamaría es "hallar en lo cotidiano espacios de encuentro, de esparcimiento, de cultura, para relacionarme, ofertas de cursos" y es por ello que han logrado crear eventos como el Yoga de los martes, "un espacio que he abierto para respirar, para conectar con nuestro cuerpo, para tener conciencia de la respiración y agradecer esa herramienta tan ponderosa. Comencé sola… y hoy varias vecinas de la comunidad asisten".
También son anfitriones del café de los Viernes, cuando proyectan cine y ofrecen alimentos. Los fines de semana tienen huéspedes, de diferentes lugares del mundo. Su oferta es la de un refugio de montaña, donde se comparte un estilo de vida.
Son además activos gestores del Mercado Itinerante, a través del que comercializan los productos Café EntreVolcanes y en BoticAsana, que son el resultado de alianzas y del arduo trabajo que realizan.Cada espacio en la finca La Juanita Verde, el Domo invernadero, El Tipi con su laberinto, la huerta, la casa hotel, la vivienda familiar, los jardines y la floresta son el resultado de la voluntad de hacer ver lo invisible: la imaginación, las creencias y la magia, que hacen del lugar un espacio cálido, que invita a volver.
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